La mentira no funciona
Es curioso que se acuse a la publicidad de mentir, cuando la mentira, en publicidad, es donde menos funciona.
La mentira es un recurso de supervivencia. Todos mentimos más o menos (sólo los mentirosos compulsivos afirman no mentir nunca) e incluso la Psicología Evolutiva demuestra que aprendemos a mentir antes que a hablar.
¿De dónde nace entonces esa tendencia generalizada a acusar a la publicidad de mentirosa?
Tal vez porque así nos sentimos nosotros mismos más sinceros…
Pero la realidad es que la publicidad no miente más de lo que lo hace el común de los mortales cotidianamente. Quizá porque no puede. Quizá porque no funciona…
A los profesionales de la publicidad les incomodan en extremo los estudios que demuestran el alto porcentaje de campañas que fracasan. En lugar de ignorar el dato, ¿no sería más productivo analizar las causas? Igual hasta descubrimos en qué nos equivocamos…
El Neuromarketing está poniendo en entredicho algunas prácticas muy consolidadas. Y bien sabemos los especialistas que nada hay más difícil de cambiar que una costumbre, por nefasta que esta sea.
Un ejemplo reciente procede de un estudio de una universidad londinense, la Royal Holloway, que demuestra que el cerebro distingue perfectamente las sonrisas falsas, recurso publicitario donde los haya, de las auténticas.
El estudio demuestra que la percepción de las sonrisas falsas activa el área cerebral con la que desciframos el significado de las emociones, mientras la percepción de las sonrisas verdaderas activa las áreas cerebrales que nos producen emociones positivas. Es decir, la mentira provoca el análisis, y la verdad nos emociona. Al fin y al cabo ¿no es esa la diferencia entre los buenos y los malos actores, entre las buenas y las malas películas y obras de teatro?
No todos somos iguales en esto; la variedad de grados de sensibilidad y de percepción es inmensa. Pero haríamos bien los profesionales en recordar, tantas veces como haga falta, que la mentira finalmente no vende.
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