INTERNET: ¿Imposición de la brevedad?
Los fundada o infundadamente alarmistas vienen diciendo desde comienzos del siglo XX que la nuestra es la época de la superficialidad, representada por el periodismo. Alguien afirmó que un periodista es una “persona autorizada a hablar de todo sin la obligación de saber de nada”, lo cual nos podría conducir a un peligroso opinionismo.
En efecto, ya Platón distinguía entre doxa y episteme. Doxa es la opinión y episteme es el conocimiento.
Esos alarmistas del siglo pasado lo serán mucho más desde la irrupción de Internet y de sus últimos derivados. Se dice que un político español con fama de intelectual recomendaba a los miembros de su partido “no leer periódicos, sino sólo libros”, porque el tiempo dedicado a los primeros era, según él, tiempo perdido: el propio medio no permite profundizar en nada.
A finales del siglo XX, los profesionales de la queja se lamentaban de que “ya nadie escribe cartas”. De pronto, casi de la noche a la mañana, Internet hizo que se escribiesen más cartas (e-mails) de lo que nunca antes se había hecho. Pero, atención, enseguida comienza a valorarse y casi imponerse la brevedad. Hasta oímos que “en Estados Unidos se considera de mal gusto escribir e-mails largos”…
¿Quién fue el clarividente que acertó con la propuesta de Twitter de los 140 caracteres? Seguro que millones de sesudos analistas, como aquel que dijo que a nadie le interesaría tener un ordenador personal en casa, afirmaron sin ningún género de dudas que la propuesta de Twitter no la seguiría nadie…
“Vivimos en una sociedad de incomunicados”, hemos oído también a menudo en las últimas décadas. Internet y sus últimos desarrollos han cambiado eso por completo: vivimos permanentemente comunicados, más que nunca, superando fronteras de espacio y de tiempo que hace apenas veinte años se consideraban ciencia-ficción: ¿qué terrícola podría creer en los años ochenta que poco después cualquier ser humano se comunicaría en tiempo real, con voz e imagen, con todo el planeta? Y disfrutamos de eso. Aunque, también es cierto, las nuevas formas de comunicación tienen la brevedad como bandera.
Decía Darwin que no sobreviven los más fuertes ni los más inteligentes, sino los que mejor se adaptan. Socialmente esto resulta incuestionable.
La brevedad que la revolución de Internet ha impuesto, ¿es realmente tan peligrosa y detestable?
Quizá no lo sea tanto. Platón, a quien aludimos al principio, con quien nació la filosofía, estableció el diálogo como método supremo de la misma. Sesgado de brevedad y de prisa, las nuevas tecnologías de la comunicación nos permiten recuperar algo del mismo. Por otro lado, Nietzsche, con quien acabó la filosofía, fue el gran maestro de aforismo. La brevedad tiene todo que ver con eso.
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